Me sobran las sonrisas que sin querer he reservado.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Cold

Siento frío. Es un frío que no se quita con mantas, no se quita con las estufas, ni con el calefactor. Este frío se cuela por los huesos, me arrincona en las esquinas y me hace abrazarme a mí misma. Y así, en esa posición, me doy cuenta de que ese frío es el mismo que he sentido toda mi vida. El mismo frío que sentía de pequeña, cuando veía a aquel hombre pegarle a mi madre, cuando escuchaba sus gritos. Cada vez que mi madre contaba una nueva anécdota sobre cómo él había roto un cenicero sobre la cama para hacerla clavarse los cristales, sobre cómo quemaba su ropa y su maquillaje porque se lo había comprado sin preguntarle, sobre cómo se apoyaba en la ventana amenazando con suicidarse si ella no había algo por él. Es el mismo frío que sentí cuando me golpeó contra el sillón y pensé que moriría. No podía gritar, no podía llorar..no podía respirar. Mi cabeza me dolía y no sabía qué hacer, él simplemente se quedó mirando cómo pasaba los segundos sin una gota de aire. No sé cómo mi abuela pudo hacerme respirar mientras mi madre le gritaba a ese hombre. El mismo hombre al que una vez me obligó a llamar papá.
Este frío también me recuerda el dolor que me producía ver como en el colegio se reían de mí. Ver que todos los niños jugaban, unos con otros o todos juntos y que yo le tuviera miedo al recreo. Era el momento en que peor lo pasaba. Lo odiaba. Odiaba quedarme dando vueltas, o quedarme sentada en un rincón, totalmente sola. Veía a los demás reír, charlar. Cuánto quería ser como ellos. Quería gustarle a los demás, quería caer bien, quería ser una más, no sentirme aislada. Es horrible que te llamen del psicólogo del colegio para hablar contigo y te digan que tu hermano está preocupado porque siempre te ve sola. Eso.. es lo peor. Tu hermano, mucho más pequeño, que apenas entiende nada, y ya se preocupa por cosas como esa.
Y duele, no sabes cómo duele, que de la única manera en la que puedas acercarte un poco al resto de la gente sea por Internet, comunicándote con personas a las que no puedes ver en persona, que nadie más que tú saben que existen. Duele que la primera vez que te enamores sea de un chico del que no sabes cómo es físicamente, aunque conozcas su personalidad de la A a la Z. Duele la primera vez que abrazas a la almohada buscando su calor.
Duele ver cómo te quitan a tu hermano de los brazos, como te obligan a madurar antes de tiempo, a perder tu infancia por culpa de un tío que ha jugado con quien menos se lo merecía. Duele que seas capaz de entender todos los problemas de los demás como si hubieras estudiado psicología y que no sepas jugar a las canicas, porque no tuviste cuándo ni con quién jugar. Se siente mucho más frío cuando recuerdas los cariños que te fueron negados. Las palabras de desprecio. ¡Niñata! La prohibición de estar con tu propia madre, no poder entrar a su casa. No tener recuerdos de tus amigos de la infancia, simplemente porque no has tenido amigos de la infancia. Dime, si con todo esto, no debería sentir frío.

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